EL VACÍO / Apuntes sobre el ‘fascismo’ – Por Gabriel Fernández / La Señal Medios

En buena medida la cuestión de qué temas debatir en campaña guarda relación con la inteligencia de los diseñadores de la misma –cuán permeables sean a la opinión popular- y de la caracterización que dirigentes y militantes realicen del adversario. Venga, prepare el mate y vamos a pensar.

A diestra y siniestra se caracteriza al macrismo como “fascista” y se supone que a través de la represión y las voces de sus seres más desagradables –Bullrich, Etchecopar, Feinman- anhela instaurar un régimen de preceptos equivalentes a diseños como los alzados por los países del Eje.

La obnubilada, y aunque no lo parezca, bienintencionada descripción, introyecta artificialmente en las fuerzas de Cambiemos aspectos programáticos sobre la ausencia de derechos civiles, un tono Ku Klux Klan vernáculo, armas para todos y todas, odio a los migrantes, condena a la cultura. En verdad, todas macanas.

Antes que algunos lectores se escandalicen, hemos de explicar porqué: básicamente porque al macrismo (a este conglomerado económico que ha ocupado la dirección de nuestro Estado), no le importa nada. Pero nada de nada, que no sea aprovechar ese Estado como plataforma para sus negocios particulares.

Todos los temas citados y tantos más –aborto, sexualidad, racismo- son utilizados por el gobierno para dividir el campo nacional popular, sin importar de qué lado se ubican los funcionarios y sus medios. Porque el macrismo no tiene otro programa que no sea la operatoria destinada a transferir recursos del esquema productivo nacional hacia sus empresas.

Reprime porque no quiere que el movimiento obrero y las organizaciones sociales copen la parada callejera y difundan masivamente sus reclamos. Eso es todo. Ni siquiera son agentes de la Gestapo que buscan la mano dura por principios. Bullrich sabe que un vecino que se sienta en el jardín con un rifle en la mano es un estúpido de cuidado: pero está dispuesta a ponerlo como modelo social para fracturar las opiniones en el seno del pueblo.

Lo mismo con la meneada honradez. Los grandes negociados que implican esa transferencia fenomenal a través de la inflación, la caída en el poder de compra, el deterioro de la industria, las alzas tarifarias y el endeudamiento, son acciones económicas profundamente delictivas y deshonestas de los miembros de la gestión.

La alharaca mediática sobre bolsos y coimas es un vulgar plan de salidera: se grita “al ladrón” y se acusa al portador del portafolio, para arrebatárselo, propinarle una paliza y llevarse los ansiados billetes. La honradez les importa un pito. Porque para entender al macrismo es preciso saber que se trata de un gobierno sin principio alguno, salvo el objetivo básico del enriquecimiento de sus integrantes y asociados.

Los ríos de tinta –por así decir en lenguaje arcaico- vertidos sobre las más variadas temáticas desde los medios concentrados no son más que articulaciones funcionales destinadas a justificar medidas perjudiciales para el pueblo y la nación en su conjunto.

Se desplaza la tarde y el sol está en fuga; el ambiente otoñal se desvanece y brinda paso a la primavera. Un hermoso animal de pelaje oscuro transita la vereda y lleva a evocar el viejo adagio: nos están metiendo el perro.

Si alguien dialogó en cualquier circunstancia con un militante de derecha convencido, con un nazi bien formado o con algún falangista fervoroso, habrá notado un corpus de convicciones bastante afiatado y ciertas creencias elaboradas y arraigadas. Que sus preceptos resulten equívocos no implica que no los tenga.

Mauricio Macri no integraría el Ku Klux Klan. Le resultaría absurdo andar por ahí quemando gente sin rédito alguno. Macri anula los derechos laborales para que esa gente pase a ser trabajo precarizado cuasi esclavo y le provea de mano de obra barata a sus talleres clandestinos. Eso es un negocio, piensa el presidente, y no las tonteras de aquellos “principistas”.

Los compañeros que califican de “fascista” al marido de Awada y a sus ministros, los invisten de una impronta programática que los supera; y les causa la misma risa que los preceptos populares justicieros que intentamos alzar. El vacío se observa en los ojos del titular del Poder Ejecutivo. Ese vacío es impermeable a programas de izquierda a derecha; sólo se permite aprovecharlos para justificar ante los zonzos la transferencia de recursos.

Macri es peor que Bolsonaro. Nuestros intelectuales presuponen que es al revés. Ninguno es “bueno”, pero el que nos tocó en suerte se permite, sin despeinarse, aplastar el conjunto de la industria nacional con tasas del 70 por ciento de interés y aumentos de precios constantes, convirtiendo el país en un desierto sin verdor ni actividad humana. Bolsonaro pacta con la burguesía paulista para focalizar los rubros de desarrollo que beneficien al gran empresariado.

Se trata de administraciones igualmente repudiables. Pero la peligrosidad del macrismo radica en su impudor para alzar banderas de cualquier tipo si las mismas le permiten encubrir una operatoria financiera determinada. Así como Durán Barba puede agitar un pañuelo verde, Bullrich puede proponer armar a la ciudadanía. Les da lo mismo una cosa, y la otra. Lo que quieren, para realizar sus negocios, es que nos peleemos por uno u otro tema.

El asunto no es fácil de plantear porque la verdad cruda, en definitiva, es que el gobierno argentino necesita hundir absolutamente a la Argentina para beneficiar los negocios de sus miembros y asociados. Eso es todo. Para un ciudadano promedio, la crítica pasa –razonable pero equívocamente- por el “estarán errando, pero ¿porqué van a querer que a todo el país le vaya mal? ¡Si son el gobierno!”.

Ahí es preciso batallar política y comunicacionalmente. Hemos escuchado, en las últimas semanas, denuncias que hablan del “plan de la derecha contra la educación pública, y contra la salud”. No hay tal plan: el gobierno considera que todo es “gasto” porque ese dinero debería ser reconducido hacia las firmas fugadoras y las empresas vinculadas.

La Televisión Pública puede llamar “Pelado” a Roberto Goyeneche y poner en pantalla a Luis Brandoni hablando maravillas del tango. Simultáneamente. Porque no importa si el tango existe o no; nada tiene valor si no cotiza de algún modo en el gran saqueo nacional. Lo mismo para el resto de las actividades de cualquier tipo en todo el territorio.

En esa línea, se ha puesto como bandera a un fiscal que pasó años rodeado de prostitutas pagadas por un erario destinado a investigar el peor atentado de la historia. ¡Y se lo ha presentado como defensa de la dignidad! ¡Hoy siguen circulando las versiones sobre su “asesinato” destinado a acallar su “gran investigación”!

Se han caído las máscaras. Tenemos delante nuestro el rostro hueco de los accionistas del capital financiero. La mayor y más rápida rentabilidad a toda costa. Mientras más de la mitad del planeta se está desembarazando de estos buitres, en la Argentina los tenemos regenteando el Estado.

Para abordar determinadas áreas, claro, aprovechan a ciertos personajes con “convicciones”: especialmente cuando hay que reprimir, hacen uso de jefaturas de fuerzas de seguridad que sienten cierto placer en la acción y creen estar garantizando algún tipo de seguridad. Pero esos son los idiotas útiles de siempre. No alcanzan para definir ideológicamente un gobierno.

Esto que señalamos también daña la autoestima del movimiento nacional. Sus miembros deben aceptar que no han sido vencidos por un esquema conceptual articulado y con programas dañinos pero atractivos, ni por dirigentes con verba superlativa y capacidad de convocatoria.

Un ser como Marcos Peña ocupa lugar central en el gabinete. Otro, como Nicolás Dujovne, es ministro de Hacienda. La gobernadora de la provincia de Buenos Aires es María Eugenia Vidal: ¿cuáles son sus convicciones?

Los ojos vacíos de Mauricio Macri observan el horizonte y detectan nuevos negocios.

 

Por Gabriel Fernández. Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica

 

Incluímos texto realizado horas antes del que está en cabeza de la página. Puede aportar:

EJES. Recordarán que conversamos largo y tendido sobre la irrupción de Bolsonaro, que cambió los ejes de campaña. El PT, en un error que le costó la conducción del Estado, aceptó la distorsión y debatió abiertamente sobre derechos cívicos y creencias en vez de trazar una línea clara entre producción, justicia social, salarios, empleo y la miseria que encarna el liberalismo financiero.

Bueno, tenemos tiempo de reflexionar. Y hay globos (amarillos) de ensayo sobrevolando el cielo patrio: cuando Patricia Bullrich propone el uso de armas entre la población, está practicando esa táctica. Enseguida Gabriela Alegre salió a polemizar en la dirección que el gobierno necesita. De una dualidad falsa como esa surgirán algunos desafíos de la campaña que se avecina.

La portación privada de armas no es un tema que el pueblo argentino esté discutiendo. Que la ministro hable y se conteste sola. La población está batallando contra las carencias y le cuesta mucho sostener el trabajo y alcanzar la compra de productos esenciales. En todo caso, se puede hacer una mesa redonda sobre seguridad. No más que eso.

Aquí hay hiperinflación, caída en el poder adquisitivo, aumento de la pobreza y desempleo. Necesitamos que las propuestas nacional populares para revertir ese panorama lideren la inminente acción electoral. De otro modo, quedaremos atrapados en el esquema Bolsonaro; Bullrich, entre varios, es una provocadora de esa naturaleza. El tema será central para las radios AM la semana venidera. Atenti.

 

Fuente: La Señal Medios

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