Jauretche, Arturo (1901-1974) – Biografía

ARTURO JAURETCHE (1901-1974)

Arturo Jauretche nació el 13 de noviembre de 1901, en la localidad de Lincoln, a 350 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires.

Desde su infancia hasta su adolescencia estuvo vincula al Partido Conservador, por influencia del padre que era dirigente local de ese partido.

En su juventud, salió hacia Buenos Aires con la ambición de seguir la carrera de abogacía y, según él mismo confesará años después, ya tenía un marcado y profundo sentido de su vocación política y social, y una atracción muy fuerte hacia la literatura.

Su vida de estudiante fue muy agita: “Actué en la Reforma Universitaria, pero no de intelectual, sino de combatiente. Por eso fui suspendido dos años como estudiante secundario, y dos como universitario…”. A pesar de ello, llegó a recibirse de abogado, años más tarde.

Entre 1925 y 1926, en medio de la agitación pro Sacco y Vanzetti, las conversaciones con gente del APRA peruano, y el encuentro con Homero Manzi, Jauretche ingresó al radicalismo. Según Ernesto Sábato, “Jauretche había pasado del fogón a la mesita de mármol en que Homero Manzi soñaría sus elegías porteñas. Y así como Enrique Santos Discépolo elaboró, en esa misma mesa, su existencialismo, Jauretche fue construyendo de a poco su filosofía de la historia entre dichos y sucedidos, conservando la ironía socarrona del paisano, pero ya con el andar medio de costado del compadre porteño, vaya a saber si con un cuchillito en la cintura…”

De su relación con Manzi dirá Don Arturo, años después: “Nos hemos dado muchas cosas recíprocamente… pero a pesar de ser mayor, puedo decir que casi nunca tuve que orientarlo. Al contrario, muchas veces he recibido de él, tal vez las explicaciones más orgánicas acerca del caudillo. Él es uno de los que más contribuyó a consolidar mi yrigoyenismo”.

De esta manera, Jauretche se fue divorciando para siempre de aquel conservadurismo pueblerino y comenzó a reinterpretar la realidad del país. Así nació su compromiso con esa misma realidad, que le costó, en varias oportunidades, su libertad y puso en peligro hasta su propia vida.

El comienzo de lo que se llamó la “Década infame” (iniciada por la revolución del 6 de setiembre de 1930) fue fundamental para la vida de Jauretche, porque en ese momento se encontraba en Mendoza, donde salió a defender al gobierno caído de Yrigoyen y, en medio de la agitación, fue agredido, y, como él mismo reconoció, “respondí a balazos”. Fue detenido, arrestado y milagrosamente perdonada su vida, porque lo usual, en aquellos casos, eran los fusilamientos, sin más, dado que regía la ley marcial.

La dictadura uriburista provocó “la resistencia radical”, expresada en diversos movimientos cívico-militares que se produjeron entre 1931 y 1934. El ala más intransigente, fiel a Yrigoyen, integró el “Movimiento de continuidad jurídica” y ahí estuvo Jauretche.

En los últimos días de diciembre de 1933, y en varios puntos del país, se produjeron levantamientos contra el gobierno fraudulento del General Justo: entre los radicales civiles detenidos, después de sofocado el golpe, en Paso de los Libres, aparece Jauretche, a quien la experiencia insurreccional le costará cuatro meses de prisión en Corrientes.

De este acontecimiento surgirá su primera publicación “El Paso de los Libres”. En ella narra las andanzas de Julián Barrientos, en verso, al estilo del Martín Fierro. La primera edición apareció prologada por Borges, quien reconoció su valor literario, y luego, cuando se distanció de Manzi y de Jauretche, reconoció otra vez el mérito de Jauretche “a pesar de haberse hecho peronista…”. Sin embargo, a pesar de este reconocimiento, cuando publica un libro con todos sus prólogos, Borges omite el prólogo al libro de Jauretche.

Mientras tanto, el gobierno nacional, cada vez más identificado con los intereses de la oligarquía, es decir, con los intereses ingleses, hacía negociados sin ningún tipo de pudor. En 1934, una vez en Buenos Aires, la línea dura del radicalismo se lanzó con el “Manifiesto de los Radicales Fuertes”, antecedente de FORJA, en total oposición a los alvearistas y a la oligarquía.

Para este momento, Jauretche ya está muy influenciado por el pensamiento de un amigo extra partidario, Raúl Scalabrini Ortiz, quien lo lleva a la Revista Señales, desde donde lanzaron su ofensiva antiimperialista.

En la misma época, el 29 de junio de 1935, en un local de Corrientes 1778 nació FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) sigla inspirada en las que fueron palabras de Hipólito Yrigoyen “Todo taller de forja parece un mundo que se derrumba…”. La consigna fue “Somos una Argentina colonial: queremos ser una Argentina libre”. La declaración constitutiva, redactada por Arturo Jauretche, denunciaba “la lucha permanente del pueblo en procura de su soberanía (…) contra las oligarquías como agente de los imperialismos” (…) y convocaba a “la nueva emancipación, que solo puede realizarse por la acción de los pueblos (…) y el instrumento de esa tarea fue la UCR, obra truncada por la desaparición de Yrigoyen (…) Dentro de estos conceptos y tales fines, FORJA abrió sus puertas “a todos los radicales que aspiraron a intervenir en la construcción de la Argentina grande y libre…”.

FORJA comenzó así su lucha por la liberación nacional, denunciando todas las entregas del patrimonio argentino y el trato por demás benévolo con las empresas inglesas, en especial con lo que se refería a los servicios públicos. Esto será denunciado como “el Estatuto Legal del Coloniaje”.

La lucha no fue fácil: la falta de recursos hizo que la propaganda fuera escasa, y obligó, a los pocos meses de haberse fundado FORJA, a mudarse al económico sótano de la calle Lavalle 1725. Cuando no había papel, se usaban las paredes, y si faltaban tizas, se escribía con carbón. A costa del esfuerzo que significaba la difusión de ideas por medio de folletos o volantes, los miembros de FORJA se hicieron grandes oradores: comenzaron arengando grupos reducidos, que luego se fueron ampliando, porque entendían el lenguaje directo en el que se les hablaba. En este menester, Jauretche adquirió una gran capacidad para transmitir ideas en forma sencilla, con ejemplos o paralelos de la vida cotidiana, fáciles de entender.

La actividad de FORJA no tuvo descanso, y siempre fue apoyada por Scalabrini Ortiz, a pesar de que éste no era radical.

Los medios de comunicación de la época no reflejaron el accionar forjista. Jauretche, años más tarde, dirá que de las cuatro mil conferencias que FORJA dio en sus diez años de vida, ni cien tuvieron el favor de la información periodística.

Con el advenimiento de la segunda guerra mundial, FORJA se inclinó por la neutralidad, porque entendía que ésa era, en realidad, una lucha interimperialista. Gráficamente repetía “No se trata de cambiar de collar sino de dejar de ser perro”.

De todos modos, esta disputa trajo problemas, y algunos forjistas, con tendencia hacia los aliados, se separaron, tales los casos de Luis Dellepiane y Gabriel Del Mazo.

FORJA jugó un papel muy importante en la concientización del país, pero no creció como movimiento en la medida en que sus fundadores lo desearon: “La gente nos comprende y nos apoya, pero no nos sigue. Hemos sembrado para quienes sepan inspirar fe y la confianza que nosotros no logramos. No importa, con tal que la labor se cumpla…”.
Así llegó el golpe militar del 4 de junio de 1943, y los militares, en política exterior, reafirmaron con valentía la neutralidad, intervinieron el monopolio inglés del transporte urbano y expropiaron varias compañías inglesas y norteamericanas que disfrutaban concesiones de servicios públicos.

Los forjistas ven probable un acercamiento, que recién se hará posible en setiembre de 1943 cuando comience a funcionar la Secretaría de Trabajo y Previsión. (Ya en agosto había existido una reunión entre Perón, Jauretche y Manzi).

Producido el 17 de octubre de 1945, FORJA se disolvió (el 15 de diciembre) por entender que la mayoría de sus miembros coincidían en pensamiento y acción con el gobierno popular en marcha.

La relación Perón – Jauretche estuvo llena de marchas y contramarchas, pero Don Arturo siempre hizo prevalecer el interés nacional por encima de cualquier interés particular.

Al comenzar el gobierno peronista los hombres de FORJA se dispersaron y ya no volverán a reunirse. El gobierno de Domingo A. Mercante asignó a Jauretche la presidencia del Banco de la Provincia de Buenos Aires, que siguió los lineamientos de la política económica de Miguel Miranda: y en 1950, renunció a su cargo dejando a la institución con superávit.

Para esta época, Jauretche, lo mismo que Scalabrini Ortiz, ya no están totalmente de acuerdo con el giro que ha tomado el peronismo. Don Arturo pasará tres años, de 1952 a 1955, en un prudente repliegue político, aplaudiendo los aciertos y reservándose sus críticas, ante el temor de ser usado por el antiperonismo.

Pero más allá de sus diferencias con el peronismo, volvió a la lucha inmediatamente después del golpe del 16 de setiembre de 1955. Publica, entonces, en “El líder” y lanza “El 45”, clausurados, luego, por el gobierno de Aramburu. Asimismo, lanza su libro “El Plan Prebisch, retorno al coloniaje”, fuerte crítica a los planteos del asesor económico del gobierno militar.

Los trabajadores peronistas se lanzan a “la resistencia” y el gobierno de Aramburu inicia una dura represión. Los diarios del campo nacional son clausurados. Aconsejado por sus amigos, Jauretche pasa a Montevideo permaneciendo exilado durante un tiempo.

En 1957, apareció su libro “Los profetas del odio”, donde refuta a Martínez Estrada, Borges, Irazusta y Santander, por sus erróneas caracterizaciones del peronismo. A los dos meses de su aparición, se lanza la segunda edición alcanzando un total de 25.000 ejemplares (incorporándose la segunda parte, “La yapa o la colonización pedagógica”, en 1967).

En 1957, regresa al país. Ante la política reaccionaria del gobierno de Aramburu y su posible consecución a través del Radicalismo del Pueblo, orientado por Balbín, Jauretche considera conveniente apoyar a Arturo Frondizi, quien ha roto últimamente con el Radicalismo constituyendo la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI). Con este criterio, considera inconveniente la política voto-blanquista preconizada por Perón para las elecciones de convencionales constituyentes del 28/7/57, propiciando, en cambio, el voto por la UCRI. De la misma manera, desde la revista “Qué”, cuyo director es Rogelio Frigerio, aboga por el voto a Frondizi en las elecciones del 23 de febrero de 1958, táctica en la que coincide con las directivas frentistas de Perón, desde el exilio.

Triunfante en las elecciones, Frondizi negocia con los altos mandos y para asegurarse la entrega del poder, reemplaza su programa electoral por otro de tipo conciliador, en el cual el crecimiento depende de la inversión extranjera. Jauretche se aparta entonces de esa política.

Prefiere, trabajar en la lucha ideológica, comenzando sus aportes a través de los libros. En 1958 publicó “Ejército y Política”, en 1959 escribió “Política Nacional y Revisionismo Histórico”, donde planteó: “hay que volver a recorrer el pasado por medio del cuestionamiento de los hechos y de los personajes claves de nuestra historia, esta es la única forma de crecer como país, y aspirar a una verdadera política nacional…”. En 1960 lanzó “Prosa de hacha y tiza”.

En 1964, publica “Filo, contrafilo y punta”, y en 1966, el libro por el cual logró el reconocimiento que merecía: “El Medio Pelo en la Sociedad Argentina”. En este último texto, desenmascaró los mitos, preconceptos y tabúes de la sociedad argentina, por medio del estudio de la evolución de los grupos que la integran, utilizando siempre la ironía y el humor en sus explicaciones. Jauretche, sin ser historiador, sociólogo o antropólogo, logró, en este libro, identificar claramente el esquema socio – económico – cultural del país. El éxito que tuvo se debió también a la forma clara y sencilla de ver las cosas, haciendo que cualquier lector, sin ser necesariamente un estudioso, pudiera entender qué era lo que se le quería decir. Entre fines de 1966 y julio de 1967 aparecieron nueve ediciones de “El medio pelo…”.

Para 1968, publicó “Manual de Zonceras Argentinas”, donde cuestionó ácidamente fábulas y mitos que la intelectualidad argentina había logrado imponer. “Mano a Mano entre Nosotros”, de 1969 fue una selección de artículos ya publicados, tal como habían sido “Prosa de Hacha…” y “Filo, contrafilo…”.

En 1972, escribió su único libro autobiográfico, “De Memoria, Pantalones Cortos”, donde relata anécdotas de su vida pueblerina, utilizando un estilo mucho más distendido, el cual le permite incluir algunos de sus poemas. Este libro iba a completarse con un segundo que se llamaría “Los años mozos”, que no llegó a redactar.

En 1973, con el gobierno de Cámpora, y Rodolfo Puiggrós como rector de la Universidad de Buenos Aires, Jauretche fue nombrado Director de Eudeba (Editorial Universitaria de Buenos Aires) y posteriormente, vocal del Fondo Nacional de las Artes. Varios institutos universitarios del país lo nombraron Profesor Emérito.

En esa época, depositó su esperanza en que la juventud peronista lograse renovar las estructuras internas del peronismo, para darle la fuerza necesaria para las grandes transformaciones que urgen. Sin embargo, disintió con la juventud en su militarización de la política y bregó, lo que estuvo a su alcance, para que el gran frente nacional se mantuviese cohesionado y pudiese avanzar, a pesar de los obstáculos externos e internos. En mayo de 1974, viajó a dar dos conferencias en Bahía Blanca. A su vuelta, en Buenos Aires, el día 24, cenó frugalmente y se recostó temprano. Pero en la madrugada del día 25 sufrió un infarto que le provocó la muerte.

Al día siguiente, se produjo su entierro. Las palabras sentidas de su sepelio estuvieron a cargo de sus más allegados, y uno de ellos Juan Carlos Neyra habló en nombre de sus amigos, pues no pudo hacerlo Darío Alessandro, y dijo “Mientras haya un solo argentino dispuesto a dar la vida por la liberación nacional, Jauretche estará presente”.

Fuente: CRISTINA PIANTANIDA – LOS MALDITOS – TOMO II – PÁGINA 301. Editorial Madres de Plaza de Mayo


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