Scalabrini visto por su hija – Reportaje Revista Primera Plana (1972)

¿Qué razón hay para que me preste a un reportaje?
—Bueno, usted es la heredera de Raúl Scalabrini Ortiz …
—Vea, el único heredero de mi padre es el pueblo.

Matilde Scalabrini sabe dónde golpea. Rescata a su padre porque lo rescata el país dominado: «Otros quisieron y quieren hacer acabar a Scalabrini Ortiz en el frondi-frigerismo. Es una infamia. Su larga prédica a través de revistas como Qué fue posteriormente utilizada por esa política que traicionó sus postulados, entregó el petróleo e impuso el Conintes en todo el territorio nacional».

Para Matilde no existió un Scalabrini estratificado, detenido en el tiempo. La figura de su padre es dinámica, como la vida de un pueblo: «El Raúl Scalabrini Ortiz de los años 30 era un hombre que estaba solo y esperaba. Era un hombre en búsqueda de sí mismo y de su ser colectivo. Después comprendió que dejar de estar solo y esperar era incluirse en el destino común de todos los hombres del pueblo, y luchar por su realización colectiva. Fue, al comienzo, un hombre que estaba solo y luchaba. Luego fue un grupo, y después fue el pueblo en las calles que comenzaba sus tareas de reivindicación histórica. Ese 17 de octubre de 1945 vibraba emocionado ante lo que él largamente había estado esperando: «Lo que yo había soñado e intuido durante muchos años —escribió luego–estaba allí presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en su espíritu de conjunto

La hija recoge la experiencia paterna y la hace suya. Ella también es intelectual. Pero con conciencia nacional. Por eso dice de aquella época, citando a su padre: «La intelectualidad argentina veía al mismo tiempo con ojos azorados este aluvión zoológico que venía con la pretensión, como dijo Scalabrini, de implantar para sí mismo la visión del mundo que le dicta su espíritu, que pretendía crear una Argentina Justa, Libre y Soberana». Se detiene en el tema y puntualiza la transformación del intelectual colonizado en militante del pueblo: «En la Argentina actual existe un vuelco muy válido de intelectuales al peronismo. Pero por aquella época, la intelligentzia vivía alienada en una realidad que no era la nuestra. Pocos supieron ser fieles a su tiempo, a la realidad que vivían y tenían que explicitar e interpretar, que tenían que cambiar. Scalabrini admiraba a Dostoievsky, a Andreiev, a Gogol, a Gorki, a Tolstoi». Cierto, pero los admiraba en función del propio pueblo para el que habían producido, y no como clásicos universales. Los valorizaba desde su puesto de escritor y fiscal de un país subordinado. Por eso la hija recalca: «Scalabrini se asombraba del inmenso cariño que esos autores manifestaban por su pueblo, y decía que cuando los leía iba adquiriendo la convicción de que esa fidelidad que los artistas rusos mostraban a su pueblo rendiría sus frutos, históricamente grandes».

DE SCALABRINI AL CORDOBAZO

La función intelectual de Scalabrini fue esencialmente una función de denuncia. Denuncia de los negociados ingleses en la Década Infame, denuncia de la necesidad de nacionalizar los ferrocarriles (compramos soberanía, dijo cuando Perón los hizo argentinos), denuncia de las compañías mixtas, de las causas económicas que derrocaron al justicialismo en 1955. Fue un intelectual que se ensució en la mugre de un pueblo recolonizado que se mordía. «Scalabrini era, sí, un intelectual —expresa su hija—. Pero un intelectual urticante, que profundizaba los problemas, que demostraba lo que decía con datos irrebatibles, y denunciaba abiertamente a los personeros que ejecutaban las políticas de la entrega. No era un hombre incorporable al régimen. Ni a los poderes establecidos. Por eso durante su vida se le hizo la guerra del silencio. Su nombre fue borrado del panorama intelectual y político argentino. Scalabrini muerto aún seguía siendo un fantasma luchador y no integrable al museo de los símbolos desecados de nuestros personajes históricos. Hablar o permitir hablar de Scalabrini era movilizar la conciencia nacional del pueblo. Por eso había que dejar que el tiempo borrara su memoria.»

Sus homenajes no fueron nunca permitidos. También a él le cabía, especialmente, el artículo 4161. Se lo omitía, se lo ocultaba, que era una forma de perseguirlo. «El aparato de la estructura colonial —observa Matilde Scalabrini Ortiz— quiere quitar al pueblo los prohombres que lucharon por su causa. Es necesario luchar —entiende— para que no se borren de la memoria colectiva tantos intelectuales, y tantos obreros y estudiantes y hasta militares que, como Valle, dieron su vida por el pueblo. Ya se cuentan por decenas los mártires del pueblo y por miles los que sufren persecución, cárcel y torturas por defender a la patria.»

La vigencia de Scalabrini es un hecho. «Estos días nos están dando testimonios renovados de las vigencias de sus investigaciones. Son los mismos. Han vuelto, exclamaba en 1959. Hoy se quiere volver a realizar la trampa de las compañías mixtas. El gobierno que tenemos les quitó apoyo a las compañías estatales. Se presume, entonces, que se verán obligadas a recurrir a sociedades mixtas para poder subsistir. Entre otras, están comprendidas en lo que digo: Ferrocarriles Argentinos, Teléfonos, Gas del Estado, SEGBA, Marina Mercante, Yacimientos Petrolíferos Fiscales, Yacimientos Carboníferos Fiscales, Aerolíneas Argentinas, CAP, DINIE. Por lo visto, DELTEC ya absorbió a CAP, y ELMA se está constituyendo en empresa mixta. La espada de Damocles cuelga sobre esas empresas estatales. Y si no se ha consumado aún una entrega mayor es por la resistencia interpuesta por la clase trabajadora. Si los argentinos no controlamos los resortes de nuestra economía, los transportes, la energía, la banca y el crédito, el comercio exterior, mínimamente, no podemos considerarnos un país soberano. Lo dijo Scalabrini: «El pueblo declarará nulo todo lo que se resuelva a sus espaldas».

Scalabrini Ortiz murió el 29 de mayo de 1959. «Dolorido por la situación de la patria —recuerda su hija—, no llegó a ver la efervescencia de las luchas colectivas. No llegó a ver la lucha popular que estalla, por coincidencia, el 29 de mayo de 1969, en Córdoba.» Una fecha que incluye dos aniversarios. Tal vez no sea pura coincidencia que entre la muerte del autor nacional y el Cordobazo exista una diferencia de diez años justos. Tanto uno como el otro están proscriptos del país oficial. Y esto no es casual.»

E. L. F. (Nota MR, probablemente se trate de Ernesto Luis Fossati de la redacción de la revista)

6/VI/72 • PRIMERA PLANA
Fuente: Mágicas Ruinas

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