CONSUMO Y TRANSFORMACIÓN CULTURAL | Desafíos de cara a un nuevo gobierno popular – Por Camilo Porto Rojas / Línea Nacional Popular

 

Frente a la destrucción masiva del aparato productivo nacional traducido en millones de familias hambreadas por la el odio antinacional – clasista de la Oligarquía gobernante, la inmensa mayoría de las vertientes nacional populares postulan la necesidad de un programa con base en la recomposición del mercado interno por medio del incentivo al consumo de masas. Para ello, la primera medida a tomar debiera ser la inmediata inyección de Capital en el bolsillo de las masas que, en su afán de satisfacer sus necesidades básicas (necesidades privadas por este gobierno de vándalos) movilizarán al conjunto de la actividad económica.

Y es cierto: la capacidad material de la Clase Trabajadora argentina es una de sus principales fortalezas a la hora de disputarle poder a la Clase Dominante. Sin capacidad material, el proletariado no es más que una fuerza simbólica; sin capacidad material, el sindicalismo sólo será un mero administrador de colonias de vacaciones y útiles escolares cada comienzo de año. Ya lo decía Hernández Arregui, pensador argentino, casi cuatro décadas atrás: «La gran enemiga de la Argentina es su riqueza. Y sobre todo, un Mercado Interno ampliado por el peronismo, y que aunque comprimido con saña, no será abandonado sin resistencia por los usufructuarios extranjeros». La potencia política del Sindicalismo y de los Movimientos Sociales de nuestro país se asienta en la capacidad material que, pese a la destrucción espantosa del poder adquisitivo promovida por la Alianza Cambiemos, aún conserva. Por tal motivo, la defensa del salario o del «salario social complementario» en el caso de los trabajadores/as de la Economía Popular, se hace una lucha de relevancia significativa.

Más consideramos que el poder de consumo de las masas no es garante de la institucionalización del poder de la Clase Trabajadora, sino solamente su expresión material.

En el período nacional popular 2003 – 2015, los sectores populares fueron beneficiarios de la más extraordinaria redistribución de la riqueza nacional jamás vista desde la era del peronismo 1945-1955. Sin embargo, en las últimas elecciones presidenciales una fracción considerable de las masas populares (de considerable volumen, aunque no mayoritaria) del proceso redistributivo peronista volcó su voto en sentido contrario.

Este hecho ha sido entendido por parte de los sectores progresistas adeptos al Movimiento Nacional Popular como una «derechización de la sociedad». Nada más alejado de la realidad, este pensamiento aparentemente lógico esconde la intención de culpabilizar al Pueblo humilde de la victoria oligárquica, eludiendo la necesidad de afrontar un pensamiento crítico de mayor envergadura.

En este sentido, es necesario mencionar la intervención del compañero Álvaro García Linera, gran pensador suramericano y vicepresidente de la hermana república plurinacional de Bolivia, en el seminario “Restauración conservadora y nuevas resistencias en Latinoamérica” organizado por la Fundación Germán Abdala – FGA en 2016. Dice el dirigente del MAS que uno de los grandes problemas que han tenido los gobiernos populares de la primera oleada (1999 – 2015) ha sido el de la REDISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA SIN POLITIZACIÓN SOCIAL. En tal sentido, Linera afirma:

«La mayor parte de nuestras medidas han favorecido a las clases subalternas. En el caso de Bolivia, el 20% de los bolivianos ha pasado a la Clase Media en menos de dos años. Hay una ampliación de los sectores medios, hay una ampliación de la capacidad de consumo de los trabajadores, hay una ampliación de derechos. Necesarios, sino no seríamos un gobierno progresista y revolucionario. Pero si esta ampliación de capacidad de consumo, si esta ampliación de justicia social no viene acompañada con politización social no estamos ganando el sentido común. Habremos creado una nueva clase media por su capacidad de consumo, por su capacidad de satisfacción pero portadora del viejo sentido común conservador. El gran reto que tenemos es cómo acompañar a la redistribución de la riqueza, a la ampliación de la capacidad de consumo, a la ampliación de la satisfacción material de los trabajadores con un nuevo sentido común. ¿Qué es el sentido común? Los preceptos íntimos, morales y lógicos con que la gente organiza su vida.»

En definitiva, de lo que se trata es de cómo nos ubicamos en el mundo. La redistribución de la riqueza es el objetivo central de todas las transformaciones sociales. Dentro del sistema capitalista, la acumulación del Capital en manos de unos pocos y en detrimento de todos es la realidad que el conjunto de los sectores populares luchamos por subvertir. Más existen ciertos anclajes culturales, nociones de lo bueno y lo malo, de lo que está bien y lo que está mal, ideas en derredor del crecimiento personal, de la individualidad y de la colectivización, percepciones acerca de lo nacional y lo extranjero, todas estas, formas simbólicas confeccionadas por las instituciones del aparato de colonización pedagógica propio de nuestros países.

«En este sentido -continúa Linera- lo espiritual, lo ideológico, cultural se vuelve decisivo. No hay revolución verdadera ni hay consolidación de un proceso revolucionario si no hay una profunda revolución cultural, una profunda revolución ética y lógica con las que las personas organizamos el mundo».

Si no tenemos en claro estas verdades, la nueva oleada nacional popular no será más que un espasmo coyuntural en la historia de nuestro continente.

En este sentido, se observa que las Organizaciones Libres del Pueblo (OLP), por su independencia del aparato estatal y por su autonomía de las estructuras político-partidarias, actúan como usinas de construcción de contrasentido. Cada una de ellas produce desde su área de representación un nuevo sentido común, una nueva conciencia: conciencia de Clase, conciencia sindical, conciencia de género, conciencia nacional. La importancia de las OLP ha sido desaprovechada por los gobiernos populares de principios de este siglo, quienes sobreestimaron la influencia del Estado revolucionario por sobre el trabajo cultural de las organizaciones sindicales y sociales sobre sus afiliados. Hoy, la acción sindical y social son las únicas expresiones conducentes a una estrategia de poder con vistas a la liberación nacional y social. En este camino plagado de huelgas, conflictos y jornadas de lucha, las masas de trabajadoras y trabajadores argentinos, otrora votantes de la alianza gorila, han adquirido grados de conciencia e identidad de Clase que le eran ajenas cuatro años atrás. Lo que el proyecto popular no logró en el gobierno, las OLP lo hicieron una realidad efectiva en tiempos de restauración liberal oligárquica. Estas apreciaciones no deben tomarse a la ligera. Estudiar los métodos de las OLP debe ser tarea militante de las gestiones nacional populares venideras.

A modo de conclusión, postulamos que para volver mejores y retomar el timón de los destinos de la Patria, debemos lograr una profunda transformación cultural. Tal transformación es posible: expresiones como el Feminismo Popular, el Sindicalismo de Liberación y las organizaciones de la Economía Popular han demostrado que aun dispensando del aparato del Estado es posible desarrollar transformaciones culturales de significativa relevancia. El campo de batalla no sólo se halla en la redistribución del ingreso –acción indispensable, indudablemente–, sino también en las cabezas de los individuos, de los “sujetos sujetados” a las viejas estructuras liberal conservadoras enclavadas en lo más profundo de la subjetividad de los individuos, aún de los compañeros y compañeras.

Retomar el Estado acarreara la responsabilidad de avanzar en este proceso. A la lucha por la redistribución del ingreso debe ser practicada una paralela lucha por la hegemonía de la cultura de masas, de la cultura social, de una pedagogía de la común unión. Si no se combaten los pilares del sentido común conservador construidos por las instituciones de la Oligarquía, no habrá redistribución que valga, no habrá consumo de masas que suplante a un pueblo consciente de su destino. Y más grave aún, seremos derrotados nuevamente. No podemos permitirlo.

 

Por Camilo Porto Rojas / Línea Nacional Popular

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