Diego Luis Molinari y la cuestión petrolera – Por Javier Lopez

Diego Luis Molinari nació en Buenos Aires, el 30 de septiembre de 1889. Anotado como Diego Molinari, pero reconocido como Diego Luis, en fecha 21 de octubre de 1936 se ordena la rectificación del acta de nacimiento, quedando así salvado el error. Sus padres eran, Miguel Molinari y Paula Marini. Don Miguel arrendaba una ferretería que, a la vez, agregaba algunos ramos generales. El negocio adosaba un corralón vecino donde, entre otros, guardaba su carro un vasco amigo que, al poco tiempo, se convertiría en el padre del recordado dirigente radical Crisólogo Larralde de cuyo padrinazgo de bautismo dieron fe los Molinari.
Cursa estudios primarios y secundarios, y ya bachiller ingresa en la Facultad de Derecho, en la antigua casona, existente aún, de la calle Moreno 350 (donde funciona hoy el Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras), en una época signada por el devenir de acontecimientos que debieron ir forjando y formando su espíritu.
Nuestro biografiado nace durante la presidencia de Miguel Juárez Celman, en un momento en el que el comercio exterior presenta cifras desfavorables para el país, y la fiebre especulativa afecta a un sector importante de la población, que parece no registrar el dramático momento que vive la economía nacional. En 1889, el Congreso Socialista, funda en París, la Segunda Internacional, fijando el Primero de Mayo, como el día internacional del trabajo. En 1890, se produce la denominada Revolución del Parque. Cae Juárez Celman. La Unión Cívica, protagonista principal del levantamiento se divide en dos sectores: Nacional y Radical. Bartolomé Mitre se apropiará del primero, Leandro Alem acaudillará al segundo y se suicidará en 1896.
El futuro abogado, lejos de abocarse plenamente al estudio, comienza a delinear su personalidad cívica. En 1907, en el último curso del Colegio Nacional, había publicado su primera colaboración en una revista de ensayos estudiantiles. No extraña, entonces, que al año siguiente en la del Centro de Estudiantes y en los Anales de la Facultad. A los veinte años de edad, dicta su primera conferencia de cátedra cuyo profesor titular era Marco Avellaneda. Se consideran, entre otros trabajos breves, la crónica sobre el VIII Congreso de Estudiantes de Ithaca (Nueva York) y las consideraciones sobre la política inglesa en la emancipación colonial hispanoamericana y sus concomitancias en la política norteamericana
La formación de Molinari, entre los primeros años del siglo XX y la Primera Guerra Mundial, según escribe José Luis Peco, estará signada por la riqueza del mundo intelectual argentino de esa época. En la filosofía con la crítica y superación del positivismo con Coriolano Alberini y Alberto Rougés, en el derecho con Mario Sáenz y Jesús Paz, en las letras con Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas y Manuel Gálvez, en los estudios históricos con Ernesto Quesada y Paul Groussac y en los estudios críticos literarios con Arturo Capdevila y Roberto Giusti. A estos debe sumarse la gravitación de personalidades extranjeras que visitaron el país en esos años: José Ortega y Gasset y Eugenio D’ Ors.
Su primera contribución más importante a la investigación y el análisis histórico será: “La representación de los hacendados de Mariano Moreno; su ninguna influencia en la vida económica del país y en los sucesos de Mayo de 1810”. A raíz de este texto entabla una controversia con su profesor, Estanislao Zeballos, quien postergó su graduación.
Su contacto personal con Lugones, Rojas y Gálvez, ya citado, y con Manuel Ugarte, a quien dedicó su trabajo acerca de la política británica, mencionado antes, debió ingresarlo resueltamente en los ideales nacionalistas. En particular por su relación con Ugarte, con quien mantuvo una rica y prolongada amistad a partir de ese gesto espontáneo de la dedicatoria en una actitud de reconocimiento hacia este latinoamericanista.
El 21 de abril de 1914, la escuadra estadounidense comandada por el comandante Fletcher bombardea el puerto mexicano de Veracruz y luego los marines se apoderan de la ciudad. La invasión norteamericana a México es una realidad. En medio del proceso revolucionario iniciado cuatro años atrás, los EEUU, habían impulsado un golpe de estado, que dirigido por el general Huerta, implicó el derrocamiento y posterior asesinato del presidente Francisco Madero, elegido como primer mandatario, tras las caída del viejo dictador Porfirio Díaz en 1911.
La embajada norteamericana había prohijado el golpe, sin embargo, con el transcurrir de los meses, el gobierno de Huerta había adquirido una línea pro británica. La inquietud de los petroleros estadounidenses ante los avances de la Royal Dutch Shell, toca la sensibilidad del presidente Wilson, quien aprovechando un incidente sin importancia decide la ocupación. El atropello conmueve a Manuel Ugarte y lo lanza a la lucha. Entiende que más allá del carácter reaccionario del gobierno de Huerta, su deber es denunciar al Imperialismo. El mismo día inicia conversaciones con estudiantes universitarios que se hallan bajo su influencia, para llevar a cabo una campaña de agitación denunciando la invasión. Nace el Comité Pro México con el apoyo de la Federación Universitaria.
El comité especial encabezado por Manuel Ugarte en Buenos Aires, emprendió una enérgica campaña contra la intervención y a su alrededor se agruparon una diez mil personas. Entre los hombres que colaboraban más estrechamente para organizar la protesta se encuentran los dirigentes universitarios Obdulio Siri y Diego Luis Molinari, de Derecho, y Osvaldo y Enrique Loudet de Medicina.
En 1916, Molinari participa del Congreso de Ciencias Sociales, reunido en Tucumán, con motivo del centenario de nuestra independencia nacional, donde critica duramente las publicaciones efectuadas por Paul Groussac en los Anales de la Biblioteca.
Juan Agustín García, desde los “Anales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales” y Ricardo Rojas, en la “Noticia Preliminar” a la reedición de las “Comprobaciones Históricas” de Bartolomé Mitre, coincidían en saludar la aparición de una nueva generación de estudiosos del pasado nacional que el primero llamaría, con una expresión destinada a perdurar, “Nueva Escuela Histórica Argentina”. Los jóvenes aludidos- Rómulo Carbia, Ricardo Levene, Diego Luis Molinari, Emilio Ravignani y Luis María Torres- eran aquellos que habían manifestado en sus breves ponencias al Congreso Americano de Ciencias Sociales como representantes de la sección de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Molinari trabajaba junto a Carbia, en el Archivo General de la Nación, para la Sección Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, creada por una ordenanza de 1905, qué constituyó el origen del Instituto de Investigaciones Históricas. El objetivo era publicar una monumental y sistemática obra llamada “Documentos para la Historia Argentina”. Luis María Torres era el director de la sección, y Emilio Ravignani el encargado de las investigaciones. Los enviados del IIH a los repositorios de Europa, revestían la condición de comisionados.
La relación entre la IIH y el Instituto Nacional del Profesorado, fue estrecha y prolongada. Molinari hace su ingreso en este último, en 1922. Tuvo notable influencia (Junto a Ravignani) en la estructuración de la Historia Argentina y en sus aspectos metodológicos. En el plan de estudios de 1926, se aumenta en una hora la asignatura Arqueología y Prehistoria argentina y americana; en dos horas, Historia Argentina y Americana I y II; en tres horas, Historia Argentina y Americana III; Metodología Histórica (dos horas) fue reemplazada por un Seminario de Historia Argentina y Americana de seis horas.
Militante radical desde su juventud, se mantuvo cercano siempre a Hipólito Yrigoyen, de quien fue secretario privado. Este al asumir la Presidencia de la Nación, lo convocó a asumir la Secretaría de Relaciones Exteriores y Culto (funciones que abarcan el período 1916/1922), participando activamente junto al canciller Honorio Pueyrredón en los debates de la Liga de las Naciones tras la Primera Guerra Mundial, en la que le cupo, en suerte, afrontar y sostener la neutralidad argentina durante el conflicto.
La Reforma Universitaria de 1918, documentada en las Memorias del Ministerio, y sus misiones extraordinarias y plenipotenciarias a países vecinos, ocuparon gran parte de su tiempo. El gobierno de Yrigoyen boicoteó durante su gestión el viaje a México que planea Ugarte en 1917, lo que provoca un disgusto entre estos antiguos amigos
Designado Presidente del Departamento Nacional del Trabajo, en 1922, adquiere experiencia en asuntos laborales, al punto de redactar un Proyecto de Código de Trabajo que mejore las relaciones entre patrones y obreros. Integrado a la corriente personalista de la Unión Cívica Radical, su pericia legislativa lo exalta en 1924. Ese año, el 28 de Mayo, se incorpora como Diputado Nacional, electo para el período 1924-1928.
En 1927, en representación de su bancada, expone el proyecto acerca de “La nacionalización de las minas de petróleo, su régimen legal y las atribuciones del Congreso.
En la sesión del 4 de agosto de 1927 plantea su posición.
“Hay una oposición y contraste extremo entre los distintos puntos de vista que aquí se han sostenido. Hay en el fondo de esta cuestión, el debate secular, que se renueva en otras de las tantas fases y en particular sobre esta del petróleo, acerca de si es el Estado o el individuo el que ha de primar en la regulación económica de los bienes que constituyen el patrimonio colectivo. La representación radical se inclina por el Estado, y se entiende que en el Estado ha de esta el contralor de estas grandes riquezas. Con esto se inicia un programa de acción concreto en el parlamento, que se iba a repetir siempre y toda vez que se presente a la consideración de la Honorable Cámara un problema que por su magnitud y alcance pueda compararse a este del petróleo. Tenemos, pues, una ideología definida con respecto a estos problemas, un programa de acción concreto, y bases legales explícitamente declaradas, que han de constituir el programa que desarrollará la Unión Cívica Radical interpretando el sentimiento colectivo de la Nación Argentina.”
“No voy a analizar de qué manera los demás partidos políticos traducen su unidad de acción en este problema del petróleo: el pueblo será el mejor juez de la unidad de conducta de sus representantes en esta grave materia. Ayer no más, un ministro del Poder Ejecutivo se ha sentado en estas bancas para defender el principio de nacionalización, y vamos a ver si el partido político que responde a las inspiraciones del actual Poder Ejecutivo presenta esa unidad de conducta y consagra con su actitud las palabras que fueron una promesa en los labios del representante del Poder Ejecutivo, en la sesión de días pasados.”
Ganará mucho el país cuando la responsabilidad de los partidos se afiance con estas actitudes, cuando el pueblo sepa que, al votar por una determinada aceptación política, vota por hombres que habrán de sostener principios determinados dentro del parlamento. Por eso, en vísperas de una renovación del parlamento y de una renovación del Poder Ejecutivo, nos planteamos, como punto concreto de acción, éste, en lo que se refiere a la solución del problema del petróleo. Y vale como programa”
No ocultaré que hablo bajo una doble presión. Yo no puedo eludir la circunstancia de ambiente a qué tantos señores diputados se han referido: no puedo eludirla porque no es una creación metafísica, no es una ilusión, no es algo que esté en nuestra imaginación. No puedo eludir la presión, porque es una presión que viene del terreno de los hechos: se presenta para mí en formas tan inmediatas y graves que convierten a este problema en un problema y en un debate de agitada y palpitante actualidad. Yo no puedo desprenderme, teóricamente, de las circunstancias de la vida real y producir en la Cámara un debate de naturaleza académica. Los principios legales y económicos que se vinculan a esta cuestión tienen de inmediato su correlación en la vida del país, y lo que pudiera aparecer como doctrina pura y benéfica en la discusión ante esta Honorable Cámara, podría, en la realidad, traducirse como el mayor de los males, el más grande de los perjuicios si se llevara a sus últimas consecuencias.”
“Hablo bajo una doble presión. La primera es la de los hechos mismos. Es la del panorama internacional que ha demostrado en los últimos años de qué manera se agita en todos los gabinetes y en todos los congresos y reuniones internacionales de naturaleza política está grave cuestión del petróleo. El petróleo es la vida o la muerte de las naciones. Y hemos visto cómo los grandes grupos (el europeo, ahora perfeccionado en la organización Anglo Persian; el americano, concretado en la organización perfecta del trust Standard Oil), hemos visto cómo estos dos grandes grupos, desde la terminación de la guerra, se han desparramado por todos los países del mundo para adueñarse de las fuentes del petróleo. No ha habido más que tres lugares del mundo que han conservado su autonomía, una autonomía relativa, frente a estas dos grandes organizaciones financieras: Rusia, por las circunstancias que son notorias; México, por lo que conocemos, y está República Argentina por un alza feliz, por la previsión del gobernante que supo en una hora difícil asegurar para el país, por lo menos, gran parte de la riqueza petrolífera de la Nación.”
“Hay , pues, para mí, la presión de ese horizonte que día a día se estrecha; hay para mí la necesidad vital, inmediata, de que contribuyamos a hacer autónoma a la República de estas dos grandes organizaciones financieras: la Standard Oil y la Anglo Persian.”
“No voy a referir señor Presidente, circunstancias miles, que podrían abonar con los hechos, de cómo se ha ido desenvolviendo este programa de acaparamiento universal de las fuentes de petróleo.”
“La otra presión es la presión interna. No la he de ocultar, señor Presidente. La otra presión es la que experimento debido a los acontecimientos y sucesos que han venido ocurriendo en el país, desde hace algunos años, ayer no más; presiones que resultan de la endeble organización legal que hemos tenido para poder defendernos dentro de esta autonomía que constituye nuestro sueño; de la pobre resistencia que ofrece nuestra organización económica a la acción de estos dos grandes tentáculos internacionales; la presión ejercida por circunstancias que vienen revelando al país la necesidad inmediata de poner coto a esta situación, pero de ponerle coto de veras, y no abriéndoles las puertas de par en par.”
“Hay una fuerza popular, que es la nuestra, incontrastable, todopoderosa, que no cejará, que bregará, que luchará de todos modos para que la entraña de la patria no se desgarre en manos del mercader extranjero.”
“… y así se salvará hoy esta gran riqueza nacional, porque, por orden de asiento, uno a uno, casi sin dudarlo, todos iremos orgullosos a estampar nuestra firma al pie de la ley que diga: ¡ el petróleo que Dios dio a la Argentina es de los argentinos y para los argentinos!
Los argumentos de sujetos como Molinari unían la causa Yrigoyenista con la soberanía nacional- un argumento típico de la visión radical-, pero no sólo ese sector del radicalismo sostenía ideas sobre el “imperialismo petrolífero”. En 1927, antiguos integrantes de una organización antiimperialista del reformismo, La Asociación Latinoamericana, fundaron la Alianza Continental y liderados por Arturo Orzábal Quintana la orientaron a la campaña por la nacionalización del petróleo. Contaban con el General Alonso Baldrich, la mano derecha del presidente de YPF, el General Enrique Mosconi, como miembro honorario del consejo de dirección. El Boletín de Informaciones Petrolíferas, una revista editada por YPF, daba difusión a artículos, adhesiones y conferencias en apoyo a las propuestas de legislación provenientes del medio universitario. Molinari era uno de los adherentes, junto a un heterogéneo grupo de personalidades, de la Alianza Continental, que incluía entre otros a Homero Guglielmini, presidente entonces del Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho.
En las líneas anteriores hemos citado el vínculo, que desde su juventud Molinari, había establecido con Manuel Ugarte. Este último había compartido actos en favor de la neutralidad argentina, con la Asociación Latinoamericana, organización conformada por estudiantes universitarios. Molinari estaba relacionado con dicha Asociación, en su carácter de presidente del Comité Radical Universitario.
La relación entre Ugarte y el radicalismo yrigoyenista no parece directa, sin embargo su nacionalismo latinoamericano, lo lleva a coincidencias fundamentales con la acción de Yrigoyen, según lo apunta Barrios. Un ejemplo es el nacionalismo petrolero de Ugarte, que será fuente doctrinaria como antecedente de la creación de YPF y de la política petrolera del segundo gobierno de Yrigoyen.
El enlace será Diego Luis Molinari, en alguna medida su discípulo. Salido de las filas de la Asociación Latinoamericana, será luego, subsecretario de Relaciones Exteriores de Yrigoyen y diputado expositor del proyecto de nacionalización del petróleo de 1927, que nos tocó analizar en este trabajo.

Por Javier Lopez / Historiador UBA cursando actualmente la Especialización en Pensamiento Nacional y Latinoamericano – UNLa

Fuente: Colectivo de Pensamiento y Acción Latinoamericano

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