Valle, Susana (1936-2006) – Biografía

SUSANA CRISTINA VALLE (1936-2006)

Hija del General Juan José Valle y Dora Cristina Prieto nace en Avellaneda en 1936. Su vida fue forjada al calor de la historia argentina. Fue luchadora de la causa popular y militante de la resistencia peronista hasta los últimos días de su vida.

Vivió su infancia entremezclada entre distintas influencias ideológicas. Los abuelos por parte de su madre provenían de sectores conservadores y mantenían permanentes contactos con la clase política dominante porteña. Sin embargo, sería su padre quien la forme ética y políticamente. Su actividad política comienza desde muy joven, a causa de los acontecimientos que afectaron no sólo a la vida del país sino también a su propia vida personal. La presencia de su padre resulta trascendental para comprender el derrotero de una mujer que se fue templando en persecuciones y torturas, propias y ajenas.

El General Juan José Valle demostró desde siempre su notable capacidad intelectual y humana. Con tan sólo 22 años ya había logrado ser ingeniero militar. Desde 1952 era profesor en la Escuela Superior de Guerra. También fue integrante de la Junta de Calificaciones del Ejército debido a su alta puntuación y a ser el primero de su camada. Es, precisamente, Valle quien le da la posibilidad de ascenso a Pedro Eugenio Aramburu. El General Perón le advirtió en ese entonces que éste le pagaría muy mal.

El 16 de septiembre de 1955 el golpe militar que interrumpió el gobierno peronista estuvo encabezado por Eduardo Lonardi. Una de las disposiciones de la dictadura fue el arresto domiciliario del padre de Susana, quien se va a vivir con él y su mamá a la casa de su abuela materna. Sin embargo, el General no estaba dispuesto a contemplar pasivamente el devenir de los acontecimientos. Burlando la vigilancia impuesta logró escapar con su familia. “Nos escapamos todos –contaba después Susana-. Mamá y yo por delante, porque no estábamos detenidas, y mientras hacemos esto papá escapa por la puerta de atrás, y se declara prófugo”.

A partir de entonces los tres deambularán de lugar en lugar, se sumergen en la clandestinidad, siendo las villas miserias los sitios en donde encontrarían mayor solidaridad y cobijo. Valle se internará subrepticiamente en el ambiente militar buscando camaradas leales; también manteniendo contactos con sectores políticos y gremiales para intentar recuperar la constitucionalidad.

Ya bajo la conducción de Aramburu y Rojas la dictadura se tornó más radical. Mediante el decreto 4161 se prohibió la utilización y mención de todos los símbolos peronistas. El levantamiento estaba latente. El 9 de junio de 1956 se producen movimientos en La Plata, Lanús, José León Suárez, la Escuela de Mecánica de la Armada y la Penitenciaría Nacional. Pero el gobierno de facto tenía conocimiento de dicha sublevación. La deja estallar con el objeto de sembrar el terror. La represión termina con veintisiete ejecuciones (18 militares y 9 civiles). Por orden de Aramburu el Gral. Valle fue sentenciado al fusilamiento. Susana lo visitó por última vez en el patio gris de la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras.

A partir de ese momento se convertirá en militante activa de la resistencia peronista. Fue mensajera de Perón durante su exilio en Caracas y en Madrid. Durante los últimos años de la década del ’60 formó parte en la organización de distintos movimientos armados: Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y Montoneros. Durante 1974 fue parte del brazo político de éste último, integrando el Partido Auténtico.

Después de 1976, Susana escapó a la represión y se fue a refugiar a Córdoba. Pero dos años más tarde el general Menéndez la encontró y la llevó a prisión. Allí fue duramente torturada. “Fue esposada a una cama de mármol en la morgue de un hospital, embarazada, y sometida a picana eléctrica, se le provocó el parto prematuro de mellizos: uno de ellos nació muerto y fue colocado sobre su pecho y el otro, que nació vivo, fue colocado lejos de su alcance pero a su vista, hasta que Susana lo vio fallecer”.

En 1979 nacería su hija Soledad, quien le dará ocho nietos. A la vuelta de la democracia quedaron todos los años vividos, todas las luchas envueltas en heridas que no podían cicatrizar. Y si el rédito fue para quienes capitalizaron su silencio de antaño, el olvido fue para quienes militaron sin pedir nada en la resistencia. Susana fue una de ellas.

Descontenta con el papel del Partido Justicialista decide en 1985 apartarse y formar parte del Frente del Pueblo, agrupación integrada por peronistas disconformes con la conducción del partido y algunos grupos de izquierda. Jamás aceptó un cargo político. Cuando en el 2001 Luis Farinello intentó convencerla para que formara parte del Polo Social desechó la propuesta ya que, aseguró Susana, no tenía nada para aportar.

En abril de 2004 encabezó el Frente de Agrupaciones Peronistas, con el objetivo de romper el aislamiento entre diferentes sectores y formar un agrupamiento en torno del proyecto político de Néstor Kirchner.

Nadie reconoció a la militante que jamás supo de traiciones ni dobleces. Durante los últimos años de su vida vivió en la pobreza. Sin casa propia, sin obra social, sin pensión de ningún tipo. En 1999, amparándose en la Ley 24.043, solicitó reparaciones económicas en razón del tiempo que estuvo detenida. Pero dicha demanda fue rechazada; se adujo que no había manera de comprobar el lapso que duró dicha privación de libertad. Un año más tarde hizo otro pedido en relación con la muerte de su padre (Ley 25.192), beneficio que tampoco le fue concedido, ya que se argumentó que faltaba una declaración judicial que determinara que era heredera del General fusilado. Daniel Brión, compañero de militancia de Susana, lo definió como “una vergüenza nacional”.

Un tiempo antes de su muerte asistió a una serie de actos en merecido homenaje a su padre. En junio se bautizó la Escuela de Ingenieros del Ejército Argentino con el nombre de teniente general Juan José Valle. En agosto de ese año también se inauguró con el mismo nombre una escuela en la provincia de Salta. Pero fueron tan sólo pequeñas reivindicaciones para una mujer sumida en el olvido más absoluto.

El 3 de septiembre de 2006, tras estar dos días internada en el Hospital de San Isidro, falleció como consecuencia de una infección hepática y pulmonar. Sus restos fueron enterrados en el cementerio de Olivos, en la misma bóveda en donde descansan su padre y sus hijos mellizos asesinados por la dictadura. Al momento de su muerte, su hija Soledad continuaba reclamando las justas compensaciones reconocidas por la Ley pero desoídas por las autoridades.

Fuente: OSVALDO JARA – LOS MALDITOS – TOMO IV – PÁGINA 346. Editorial Madres de Plaza de Mayo