LOLA MORA (Dolores Mora) – (1866 – 1936)
Nace en Tucumán, el 17 de noviembre de 1866. Se inicia como pintora y luego, pasa a la escultura. En 1895, obtiene una beca para perfeccionarse en Europa, donde alcanza importantes éxitos. Regresa a principios de siglo e inicialmente consigue algún apoyo en esferas oficiales. Por entonces, se le atribuye un romance con el Presidente de la Nación, General Julio A. Roca.
En 1903, culmina una de sus principales esculturas, en mármol de carrara, denominada en principio, “El nacimiento de Venus” y luego, “La fuente de las Nereidas”, nombre con el cual es más conocida. Sin embargo, la inauguración de esta obra escultórica, en pleno centro de la ciudad –Leandro Alem y Cangallo, hoy Perón– que debió llevarla al cenit de su fama, la hunde en la desesperación y el aislamiento. Los desnudos femeninos y masculinos de “La fuente…” provocan la reacción desmesurada de toda la paquetería porteña. Ante las críticas en 1918, se procede a trasladar “La fuente…” a la Costanera, lo que significa, en términos más exactos, a “esconderla” en un lugar de menor tránsito de público.
Lola logra realizar otras obras, para su provincia natal, como un monumento a Alberdi y una estatua a la Libertad, así como el busto de Luis Sáenz Peña para la galería de presidentes de la Casa Rosada. Pero continuó siendo objeto de toda clase de críticas y malevolencias por su “Fuente…”. Cincela dos obras para el Congreso Nacional: “La libertad y el comercio” y “La Paz y La Justicia”, pero son retiradas y enviadas a Jujuy, poco después. A estas dificultades, se agrega una frustración matrimonial, que la sume en profunda depresión. En 1925, había iniciado un monumento a la bandera en Rosario, pero no puede continuarlo (según algunos, por críticas del Presidente Alvear) y se retira a vivir en Salta. En sus últimos años, ignorada por sus antiguos amigos, subsistió perdida entre la locura y la indigencia. “La Gran Enciclopedia Argentina”, dirigida por Santillán, reproduce este juicio de uno de sus biógrafos: “Alejada de los despiadados ataques de su época, hoy ya no se puede dudar de un derecho de ciudadanía y autenticidad a los trabajos de esta mujer, a la que con tanta saña se rehusara a considerar cierto sector de la opinión pública”.
Debe valorársela como la primera escultora de la Argentina, en denodada lucha contra los prejuicios y con esfuerzos indoblegables para abrirse paso como mujer en un medio hostil. Falleció en 1936.
Fuente: NORBERTO GALASSO – LOS MALDITOS – VOLUMEN I – PÁGINA 35. Ediciones Madres de Plaza de Mayo